Siempre recurre al mismo recurso, la fantasía, y piensa en los posibles desenlaces que podrían haber tenido sus desventuras. Luego de las horas que se comparten sin poder acceder a la palabra precisa que habra unos labios, o unas puertas, se queda con las imágenes y los sonidos que nunca existieron, o que sí, existieron, en su libreto. Piensa que tiene algo de guionista, que se refugia en sus propias invenciones para escaparle a tanta cobardía.
Por eso, la nada que fue debería haber sido: "A las tres horas de estar el grupo totalmente ebrio, acercó su silla y la colocó frente a ella. La miró durante unos segundos plenos de significado, aunque ella hubiera llegado a sentirse incómoda. Pudo verle las líneas que deja el desvelo en el rostro de un hombre. Y comenzó a explicarle que no tuvo sentido alguno dormir, porque la ansiedad y las ganas de verla generaban en su estado de ánimo una fiesta, un bacanal endemoniado. Que también tenía en claro lo inoportuno del comentario, pero que al fin y al cabo, prefería jugarse todo en esta mano, y "cual es si no es bienvenido mi pedido". De todas formas, solo hubiera cambiado la causa de sus desvelos. Y ella le acariciaría su cara y le tocaría la pierna diciéndole, "sabés que no...", solo para que él lo sepa para siempre, y lo ignore hasta el infinito, intercalando que lo que él sentía por ella no contemplaba réplica alguna, y mucho menos una negativa. Tenía en claro que sus sentimientos, o lo que es más crudo y sincero, su deseo, era una fatalidad. Y se pararía para robarle un beso".
¿O realmente se levantó para robarle un beso?
No, no lo hizo. Y nunca lo hizo. Y no sé si lo hará. El viento se come despacio la vida de los que no viven. Y las páginas se llenan de frustración, por que en cada fantasía existe el deseo de concretarse, y en cada fracaso, un poco de muerte, un poquito más de dolor.