Gualicho de olvidar...
Sí, 20 años no son nada, ¿pero 25? eso ya es abuso

jueves, 26 de febrero de 2009

¿Represalia?

Lo vi cerca de la Arquidiócesis, en la avenida Sarmiento. No podría equivocarme de rostro, porque soy de esas personas que no le gusta olvidar a quien se llevó algo tuyo. En mi caso, no fue dinero, ni nada material.
Llevaba un sobretodo, seguramente el mismo de aquella vez en el parque, un par de años atrás. Lo mantenía de manera impecable, por lo que deduje que: o guardaba en alta estima esta prenda, o bien formaba parte de, digamos, la ropa de su “personaje”. Como el trabajo de papá estaba justo en la vereda de enfrente, decidí seguirlo. A 50 metros de distancia, mínimo, como habría dicho papá.
Entró en el telecentro de la cuadra siguiente. Pensé conveniente vigilarlo desde la puerta del ex policlínico ferroviario.
La primera vez que lo ví, iba camino de la facultad. Estaba llegando tarde al teórico de psicofisiología, por lo que me metí por el medio del parque. Grande fue mi sorpresa cuando creí ver al mismísimo profesor Sanchez un poco más adelante. Contando con esta ventaja temporal comencé a caminar más relajadamente, para no transpirar, para cuidar mi apariencia. No lo miré, por miedo a que me reconociera como su estudiante. Lo paso, y escucho un “esperá”, realmente inesperado. Cuando giro la cabeza, me doy cuenta de que no era el Doctor Sanchez, con su impronta de clavador-de-todo-alumno-de-primer-año-de-psicología. Veo una cara aniñada, podríamos decir parecida a la de esos angelitos que están en la base de las grandes figuras de las iglesias. Estaba perfectamente afeitado, casi provocaba acariciarlo. Sus ojos ligeramente del color de la miel, pero gastados. Quién sabe que habrá vivido ese rostro para parecer infantil y longevo a la vez. Su boca fue trazada por un pincel fino, sin lugar a dudas.
Sale del telecentro y sigue caminando en dirección a esquina norte. Pero se sienta en la parada de mitad de cuadra. Es él, no me equivoco. Sentí una especie de miedo, pensé en ir a buscar a papá de su oficina en Investigaciones, pero juntando fuerzas, decido no hacerlo, y continuar mi propio acecho. Cruzo de vereda, y entro al kiosko, me compro una barrita de cereal y me quedo en la puerta, comiéndomela. Él, entra en el cine.
Cuando en el parque se me acercó, me tomó del brazo, parte de mi cuerpo que desde entonces sufre un entumecimiento leve (Años después de psicoanálisis y de carrera llegué a entender algo sobre parálisis histéricas). “Me gusta tu pelo,¿ vas a la facultad?”. Enmudecí. “No seas tímida”. Comenzó a tocarme. Grité del espanto, “¡hijo de puta, violador!”, me zafé de su mano y comencé a correr. Ya en la facu, con todo todavía en la cabeza, comencé a llorar. Sin embargo, en lo furtivo del momento, justo antes de lo que sería su ataque, ví su mano. Era delicada, evidentemente cuidada, manicura, seguramente de un lugar caro. Antes pensaba que los violadores eran todos unos negros horribles de pesadillas. Este era extrañamente atractivo, no sé por qué. Y no sé por qué alguien así necesita perseguir gente en el parque…
Todavía la curiosidad me mataba. Entro al cine. No quería perderlo de vista, quería tenderle una trampa, o algo, quería justicia. Al entrar a la sala oscura, me doy cuenta de mi error: era imposible divisar sus ojos, es decir, su cara, en esta atmosfera enfermizamente oscura. La película era repugnante, pero lo mismo me senté en una butaca vacía.
Una mirada desde mi costado izquierdo me quemaba la cara, había alguien observándome, a mí … que pretendía tender allí mismo una “trampa”.
Contuve el aliento al divisar que un cuerpo se sentaba a mi lado. Su mano derecha se posa en mi regazo y escucho, antes de dar un grito y perder el conocimiento:
-Mierda, que te gusté, ¿no, putito?

1 comentario:

  1. hea!! Interesante, intrigante..Perseguidos,."Veo una cara aniñada, podríamos decir parecida a la de esos angelitos que están en la base de las grandes figuras de las iglesias". A vos también te pintó el luteranismo? . Nos vemos en el recital de poesía xxx"..
    Un beso

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